“Lo mejor que puede hacer el Estado para fomentar la innovación es no                                             obstaculizar la inversión de las instituciones privadas”                                 Ponle la cola al burro, Editorial de El Comercio, 12.06.2014 

La Sociedad Americana de Arqueología publicó en 1982 un estudio que analizaba la tecnología empleada por los Chimú para construir el Canal Moche-Chicama. Demostró que estos antiguos peruanos se adelantaron más de tres siglos en alcanzar un nivel de conocimiento propio de la ingeniería hidráulica, por lo menos tal y como se desarrolló en Estados Unidos y Europa en el siglo XIX. Los investigadores afirman que incluso para los estándares del siglo XX, el diseño del canal fue óptimo. Serias distorsiones en el terreno, de origen tectónico, terminaron por hacer inviable el canal y los chimús abandonaron el proyecto. Para su elaboración se requirió una fuerte inversión en investigación y desarrollo de tecnología por parte del estado Chimú.

Está de más decir que en esa época no habían agentes privados que pudieran realizar dicha inversión, sin embargo, al día de hoy el rol del Estado en desarrollar ciencia y tecnología sigue siendo esencial. Así lo sugiere Joseph Stiglitz en The Ethical Economist, un artículo que escribió en el 2005 para Foreign Affairs. El nobel de economía contó que el rendimiento de las inversiones en ciencia y tecnología hechas por el gobierno norteamericano era muy superior a la realizada por el sector privado, según un estudio que supervisó en la década del noventa.

Pero tomemos un caso menos convencional: Polonia, la sexta economía de la Unión Europea. La prensa económica internacional viene elogiando las reformas de mercado implementadas por Polonia sin informar también de otro aspecto relevante de su estrategia de crecimiento: políticas sectoriales que incluyen subsidios e inversión en ciencia y tecnología. El gobierno polaco esta invirtiendo, con apoyo de la Unión Europea, en potenciar laboratorios de nanotecnología y biotecnologìa(*).

En el Perú de hoy, Concytec (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) trabaja con un presupuesto anual de s/.26 millones, los cuales son por supuesto insuficientes, mientras el Estado ha sido capaz de gastar s/.470 millones en la remodelación del Estadio Nacional y la construcción del Teatro Nacional. Dos aberraciones presupuestarias si consideramos las prioridades que tiene el país.

A fines del 2011 el Instituto de Gobierno y Gestión Publica de la Universidad de San Martín inició un ciclo de conversatorios titulado “Debates para el Futuro”. La tecnología de modificación genética (Transgénicos) fue el primer tema de discusión. Antonio Brack Egg, expositor invitado, sustentó que existe un amplísimo campo de investigación teniendo como punto de partida la biotecnología tradicional (2321 variedades de papa, 4,500 plantas nativas para usos específicos, entre otros, legadas por los antiguos peruanos), así como la biotecnología convencional (híbridos, etc). Refirió que se ha obtenido en Cayaltì y Barranca rendimientos en maiz híbrido amarillo duro, por lo menos iguales a los prometidos por los maices transgénicos(**). Si se lograse replicar estas experiencias en otras zonas del país, se duplicaría el promedio actual anual de 5-6TM/ha y eventualmente podríamos dejar de importar. Esto es tan solo un ejemplo por supuesto.

El Estado tiene no la potestad sino la obligación de invertir en ciencia y tecnología.

(*) http://cordis.europa.eu/result/rcn/90204_en.html

(**) https://www.youtube.com/watch?v=8M_vhbwQMCI