MAS ALLA DEL CORAZON DE LAS TINIEBLAS
Los Harakmbuts y su lucha por la supervivencia
Si hay un infierno ese es Delta 1. Quien desee conocer este caserío de mineros ilegales deberá tomar un colectivo desde Puerto Maldonado con dirección a Puerto Carlos, un viaje de hora y media que termina a orillas del río Inambari. Luego de cruzar el río en bote, se puede tomar una camioneta hasta Delta 1. Este último trecho durará poco menos de una hora. La mayoría de camionetas que hacen esta ruta lucen antiguas, algunas incluso destartaladas, pero no hay de que preocuparse; aunque no lo parezca todas son anfibias. Esto se comprobará al cruzar el río Pukiri.
Unos metros después de cruzar el Pukiri está Delta 1. Para ingresar se debe cruzar una especie de puente de madera que pareciera estar en plena construcción y que pasa por lo que alguna vez debió ser un riachuelo, hoy un botadero de basura. Hubiese sido difícil imaginar que un lugar rodeado de tanta naturaleza virgen pueda emitir un olor tan fétido. Pero luego, al advertir además el permanente gruñir de aves carroñeras y la vista de una imponente muralla sucia, conformada por casuchas de madera dispuestas sin orden aparente, solo se podrá concluir que se está a punto de entrar al corazón de las tinieblas. La prensa ha reportado ampliamente sobre la violencia, las enfermedades y la trata de personas (incluso niños) que conforman el día a día en este lugar.
En este punto hay dos alternativas: tomarse unos selfies y regresar a casa con una hazaña que contar o ir un poco más allá, a donde pocos se atreven a ir. Más allá de Delta 1 está el territorio de los harakmbuts; para los que lo hemos visitado, lo más cercano a la idea de paraíso. La primera comunidad harakmbut está a 40 minutos en moto. La primera mitad de este recorrido es surrealista, sobre todo si se transita al terminar la tarde, pues pasa por un sinfín de colinas artificiales formadas por el desmonte producido por los mineros de la zona. Entre una y otra hay innumerables pozas con aguas de colores jamás vistos.
Los Harakmbut
Los Harakmbut son un grupo lingüístico conformado por varias etnias que se cree están entre las más antiguas que habitan la amazonía peruana. Según Adrew Gray, un antropólogo británico que los estudió a profundidad –y obtuvo su Phd en Oxford por un trabajo sobre ellos-, los harakmbuts llevarían cerca de 5,000 años andando por las selvas de Madre de Dios sin molestar a nadie. Gray estimó que afines del siglo XIX su población ascendía a 30,000. Según cifras del INEI, al 2007 existían 2,092 nativos.
Los harakmbuts se dividen en varias comunidades las cuales, junto con grupos Machiguengas y Yenis, viven alrededor de la Reserva Comunal Amarakaeri, su territorio sagrado, a tiro de flecha del Parque Nacional del Manu y de la Reserva Nacional Tambotapa. Es decir, este Reserva contiene una diversidad biológica hasta decir basta. Los visité hace poco y parece que no les caí tan mal pues me contaron muchas cosas. Entre ellas, algunas tradiciones orales como su mito de creación –el mito del Wanamei-, o de cómo los Incas les enseñaron a perfeccionar el uso de la piedra. Me hablaron también de las más de 20 variedades de piña que cultivan así como del Dale Dale y del Ashipa, tubérculos muy ricos y nutritivos que estarían a punto de perderse.
Historia reciente
Si se considera su historia desde fines de siglo XIX, encontramos que los harakmbuts son cosa seria. Pertinaces y orgullosos de sus tradiciones, han afrontado varias amenazas que han diezmado su población, siendo la actual la más difícil de todas. Algo de lo que ellos son plenamente conscientes. Veamos:
Fitzcarraldo y la era del caucho, desde fines del siglo XIX, fueron la primera gran amenaza que enfrentaron. Miles de nativos murieron o fueron esclavizados pero, si bien disminuidos, reanudaron sus vidas tras este holocausto. Después fue el turno de los sacerdotes dominicos que desde la década del 30 del siglo XX se propusieron enseñarles las buenas costumbres de la gente decente. Ya para fines de los sesentas los harakmbuts no soportaban más las nuevas enfermedades de los blancos –llegadas a través de los dominicos y de petroleros que llegaron tras ellos, y razón por la cual precisan hoy de boticas- ni el hecho que en una misma misión (San Miguel de Shintuya) los dominicos juntaran a diversos clanes que no simpatizaban entre si. Un gran número decidió abandonar la misión. Pero ni bien se terminaron de acomodar en sus tierras entra en escena la tercera amenaza. Desde mediados de los setentas comienzan a llegar mineros de Puno y Cusco, buscando oro. El mismo Gray cuenta cómo ya a inicios de los ochentas esta actividad, que para los harakmbuts era tan solo una más, que compartían con la agricultura y pesca, va trastocando las formas tradicionales de vida de algunas comunidades. Como una manera de frenar las crecientes invasiones a sus tierras, algunas incluso amparadas en concesiones otorgadas por funcionarios limeños que probablemente ni sabían en que parte del mapa estaba Madre de Dios, tres comunidades deciden alquilar parte de sus tierras a los mineros y, en algunos casos, ellos mismos dedicarse a esta actividad de forma más intensiva.
Los harakmbuts intuían que tarde o temprano la minería amenazaría su territorio ancestral, así que en 1986 deciden unirse y pedir al Estado la creación de la Reserva Comunal Amarakaeri, y asegurar así la protección del territorio donde se originaron como etnia según su mito de creación, donde descansan sus antepasados y donde nacen varios ríos siendo el Eori(Madre de Dios) y el Karene(Colorado) los más importantes. Como sabemos, los nativos amazónicos perciben su entorno como una unidad de la cual ellos son parte y creen que al morir se reencarnan en diversos animales. Además, tienen un especial respeto y relación con las fuentes de agua. En fin, fueron casi 15 años de corretear a tres gobiernos distintos –la lideresa harakmbut Victoria Corisepa ha contado que en diversos momentos pasaron por frío y hambre- hasta que en Mayo del 2002 el Estado peruano reconoce la Reserva Comunal Amarakaeri, un territorio casi del tamaño de Tumbes.
Dilema harakmbutiano
Tres años después de reconocer la Reserva, mediante D.S. 035-2005-EM el Estado autoriza a Petro Perú a firmar un contrato de Exploración y Explotación con Hunt Oil en el Lote 76, que hoy se estima contiene más gas que Camisea. Sucede que casi la totalidad de la Reserva, menos un cachito, está dentro del lote 76. Alan García fue el afortunado que vio concretarse, en su segundo gobierno, el contrato con Hunt Oil. Actualmente, es el consorcio conformado por Hunt Oil, Repsol y Pluspetrol, el titular de la concesión.
Tal y como lo ha expuesto una documentada investigación de la antropóloga Beatriz Huertas y por lo que me contaron los propios nativos, sabemos que Hunt Oil, quien lidera el consorcio dueño del Lote 76, ha tratado de aplicar la vieja táctica de divide y vencerás. Ha buscado negociar, plata en mano, con comunidades y nativos, con tal de conseguir la aprobación de su ingreso a la Reserva. Pese a haberse comprometido (hay audios sobre ello) a iniciar trabajos solo tras su consentimiento, algo que hasta ahora solo ha otorgado una de las 10 comunidades harakmbuts, por fotografías aéreas que me proporcionaron los nativos sabemos que Hunt Oil ya inició la construcción de la primera plataforma de perforación exploratoria. El Estado, cuyo vínculo más directo con los harakmbuts se ha dado a través del Inrena y del Sernamp, ha fungido como una suerte de empleado de la empresa petrolera.
Se entenderá entonces por qué los harakmbuts andan hoy tan preocupados. Mientras los escuchaba y tras expresiones de frustración e impotencia, pude notar sin embargo, ganas de no rendirse y luchar por la preservación de su territorio. Pensaba para mis adentros que un pueblo que ha visto pasar a los incas, a Fitzcarraldo, a los dominicos y a los mineros ilegales, debe tener la fortaleza suficiente para sobreponerse al dilema que hoy afronta.
Algunos ingenuos pensaron que el Estado iba a replantear su postura tras los informes del The Guardian de Inglaterra, sobre el problema de los Harakmbut; o por el documental “El Verdadero Avatar” del conocido científico y activista David Suzuki, que aborda tanto la problemática de esta etnia como la de los Wampis y Awajún en la Cordillera del Cóndor; o después que la Unesco reconociera a los cantos Eshuva (en lengua Harakmut), patrimonio inmaterial de la Humanidad en peligro de desaparecer. O sobre todo al escuchar la continua negativa de los nativos al proyecto del lote 76. Nones.
El verdadero significado de la lucha harakmbut
El Lote 76 es en realidad la punta del iceberg y el iceberg es el 75% de la amazonía peruana que actualmente está concesionada a empresas petroleras. Es por eso que los harakmbuts, sin saberlo, están luchando no solo por su territorio sagrado si no por la preservación de toda la amazonía del Perú. En realidad esta es la lucha sorda que diversas etnias, desde los Awajún por el norte a los Harakmbut por el sur, mantienen por un territorio que contribuye al ya precario balance ambiental no solo de nuestro país si no del planeta entero.
En un documento publicado el 2010 por la Biological Reviews de la Universidad de Cambridge y firmado por 19 científicos, que discutía el estado de avance de las investigaciones en los campos biológicos y geofísicos en la amazonía, se afirmaba: “Nuestro entendimiento de la biodiversidad amazónica es muy pobre y la mayoría de las listas de sus especies contienen subestimaciones significativas”. De otro lado, advertía que la amazonía: “enfrenta un futuro incierto, amenazada por presiones tanto del desarrollo así como del cambio climático”
Si la comunidad científica reconoce las limitaciones de su conocimiento sobre la amazonía, cómo podrían los proyectos extractivos implementar planes de remediación de impacto ambiental en territorios cuyas dinámicas internas no conocen del todo?
Las razones detrás del iceberg
Cómo explicar el haber llegado a esta situación? Mi impresión es que la “teoría del perro del hortelano”, que aceleró un proceso que venía desde la década del noventa, no es si no una coartada para encubrir un gigantesco sistema de corrupción ligado al ingreso masivo de proyectos extractivos a los que se les habría otorgado, no gratuitamente, "carta blanca" para hacer virtualmente lo que les dé la gana: contaminar, expropiar, operar en fronteras.
La experiencia internacional demuestra que cuando las empresas extractivas operan en países con escasa o nula institucionalidad, suelen “comprar cartas blancas” a diversos estamentos gubernamentales con lo cual no solo evitan los costos de implementar planes de remediación ambiental, o pueden operar en zonas megadiversas, si no incluso usar la fuerza contra los civiles que se oponen a sus proyectos. Uno de los casos más extremos y que ejemplifican lo dicho es el de la mina Grasberg, la mina de oro más grande del mundo, operada por Freeport McMoran en Papua (Indonesia). La empresa no solo pagó coimas a todos los estamentos del Estado, incluidas fuerzas armadas, si no que llegó a contratar a un ejército mercenario, fichado por el propio Departamento de Estado norteamericano, para su seguridad. En Diciembre del 2005 el New York Times publicó un amplio reportaje sobre este caso que incluye información sobre las coimas pagados así como los serios perjuicios ambientales producidos.
Este modus operandi, por supuesto, comprometería a todo el aparato estatal peruano y a la prensa, que al surgir algún conflicto entre transnacionales extractivas y comunidades, se limita a deslegitimar a quienes protestan contra los proyectos. La tecnocracia que dirige nuestra economía, por su parte, habría decidido taparse la nariz ante esta situación, dada su incapacidad para pensar el país y diseñar estrategias que contribuyan a potenciar en serio otros sectores económicos y no depender tanto del extractivo. Esta intervención en la economía, contra lo que se piensa, no sería anacrónica, si observamos el desarrollo reciente de países como Polonia o Israel, calificados como “casos de éxito”. El National Bureau of Economic Research publicó el 2000 un interesante análisis sobre cómo a través de subsidios, entre otras medidas, el gobierno israelí ha logrado fomentar su sector de alta tecnología. Polonia, hoy la sexta economía de la Unión Europea, ha logrado mezclar políticas de libre mercado con subsidios, garantías gubernamentales y construcción de infraestructura con apoyo de la UE, para atraer inversionistas en sectores específicos. Polonia está pasando de ser una simple maquila, principalmente para Alemania, a construir centros de investigación públicos en biotecnología y nanotecnología, orientados a desarrollar oportunidades de negocio para el sector privado.
En Perú, Bruno Seminario, de la Universidad del Pacifico, ha sustentado que ante un escenario de fuerte contracción por la demanda de commodities, el turismo por si solo podría compensar en gran parte la caída de nuestro sector extractivo. Obviamente, no es el único sector que podemos impulsar.
La problemática de los harakmbut de alguna manera nos devela todos los males que aquejan al Perú. Para poder conocerlos y entrar a sus casas pasé primero por el filtro de una científica alemana que necesitaba conocerme y asegurarse que yo no sea un espía, es decir, un enviado de la empresa petrolera. Es irónico que haya pasado por esto para conocer su lucha, lucha que es, finalmente, por mi superviviencia